Al iniciarse el segundo cuatrimestre, el ahogo presupuestario se volvía a hacer sentir en la UBA y el gobierno kirchnerista mostraba abiertamente su política de desmantelamiento de la universidad pública. Al paro docente de muchas semanas se le sumaron asambleas estudiantiles y tomas de facultades. La primera toma de la facu fue importante, llena de discusión y de vida. Logramos que en las asambleas circulara la palabra mas allá de las agrupaciones, y también que las comisiones de trabajo tuvieran alguna sistematicidad y no murieran en el primer encuentro. Logramos sumarle a la lucha, además de la solidaridad con los reclamos docentes, nuestras propias reivindicaciones por las condiciones edilicias, las becas, etc. Y fundamentalmente, logramos que el eje de nuestros debates fuera cómo llegar al resto de nuestros compañeros para profundizar la discusión tan pendiente de siempre: qué prácticas políticas y qué tipo de espacios nos van a permitir avanzar en la construcción de un movimiento estudiantil amplio y participativo. Fue durante este proceso, que confluimos los estudiantes no agrupados y las agrupaciones que conformamos La Juntada.
Pero otra vez nos encontramos con los problemas conocidos. En las últimas semanas del conflicto universitario en Filosofía y Letras se expresaron formas de pensar y hacer la política que volvieron a demostrar que solo producen rechazo y atentan contra la participación estudiantil. Otra vez, como en un interminable deja vu, volvimos a presenciar cómo las fuerzas políticas que conducen el centro, pusieron por delante su necesidad de diferenciarse permanentemente entre ellos por sobre el proceso
que nos dábamos los estudiantes en conjunto.
Esto nos retrotrae a un principio de año que nos había recibido con un debate acerca de la situación nacional. Los sectores más concentrados del agro iniciaban un largo lock-out patronal en defensa de sus intereses y su rentabilidad empresaria. El oficialismo, junto con otro sector de capitales concentrados de su lado, nos quería convencer de que había sólo dos posibilidades: o estábamos con el gobierno, o estábamos con la oligarquía. A pesar de que parte de la conducción del Centro de estudiantes entraba en el juego de la falsa dicotomía (MST y PCR fueron con insignias del centro a un cacerolazo en Acoyte y Rivadavia), una gran asamblea en abril ponía en discusión como pocas veces la situación del país y era muy clara en su definición: Contra el Lock-Out patronal y contra el Gobierno nacional. Las corrientes que apoyaron al campo presentaron una gran contradicción cuando se posicionaron en contra de gravar la hiper-rentabilidad del empresariado agrario, y acto seguido exigieron al Estado más presupuesto para la educación pública.
Pero lo más sorprende, es que quienes eran conducción del CEFyL y tuvieron una posición ambigua en un principio, como el PO (que en una misma semana sostuvo tres posiciones distintas, y en la primera de ellas habló de 'pueblada'), meses más tarde se 'enteraron' de que estaban rodeados de sojeros y metieron el debate por la ventana, en función de su disputa facciosa y sectaria al interior del Centro. Por eso, en este segundo cuatrimestre, cuando fue la hora de salir a luchar por la universidad pública, en lugar de fortalecer el crecimiento del debate y la participación, la izquierda sectaria (PO, PTS y otros) empezó su férrea disputa por las declaraciones (que ya habían sido votadas a principio de año): pusieron por delante la pelea por la definición sobre la situación nacional en pleno conflicto universitario, cuando lo más importante, lo que estaba unificando el trabajo y la energía de muchísimos estudiantes, eran las reivindicaciones educativas. Los estudiantes y agrupaciones que conformamos La Juntada consideramos importante la definición política en contra del lock out agrario, y al mismo tiempo contra el gobierno nacional. Pero creemos que los debates tienen su momento y lugar, y no deben utilizarse en forma mezquina y oportunista.
Las fuerzas que conducen nuestro centro de estudiantes han demostrado una y otra vez que entienden la política desde la producción en serie de consignas, excluyendo la reflexión. Utilizan las asambleas y los espacios estudiantiles para dirimir sus luchas políticas particulares, y no en beneficio de todos. Se especializan en evitar el crecimiento de experiencias políticas genuinas que no implican un rédito político para la acumulación de sus propias organizaciones. Cada vez que esto ocurre, lo que se está debatiendo en realidad es si creemos que el movimiento estudiantil puede jugar un papel en las luchas sociales o si, por el contrario, pensamos que sólo puede apoyar con 'pronunciamientos' la política que se resuelve en otro lado. Por el contrario, nosotros estamos convencidos de que el movimiento estudiantil tiene un papel que jugar en cualquier proceso de lucha social, y para eso tiene que poder apropiarse no sólo de los debates políticos generales, sino también llenarse de contenido propio y reconstruirse como tal.
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