lunes, 13 de octubre de 2008

Plataforma de ANTROPOLOGÍA


Dando la disputa en todos los espacios

Como en todos los años pares, este año nos toca elegir a quienes van a ser los representantes del claustro estudiantil en la Junta departamental de antropología. Es importante que esta situación nos lleve a pensar sobre las distintas problemáticas que atraviesan a la antropología como espacio académico y político en la producción del conocimiento. Generalmente vista como un espacio divorciado de la vida cotidiana de los estudiantes, la Junta Departamental no deja de ser uno de los lugares claves en la definición del trayecto que elegimos transitar. Como órgano de gobierno colegiado, la Junta Departamental de antropología, encuentra serias limitaciones a la hora de pensarse como estructura democrática para la toma de decisiones.

La falta de democracia de los órganos de gobierno de la universidad es un problema que lejos está de resolverse y nos implica no sólo como antropólogos sino como estudiantes en general y como sujetos políticos. Esta situación lleva, además, a agudizar este divorcio del que hablábamos, que se refleja en una actitud apática y en cierto escepticismo a la hora de recurrir a La Junta como espacio de disputa y debate político.

No se trata de lamentarnos por lo poco que se puede hacer, sino de profundizar las dimensiones y la incidencia de nuestro accionar político, agotando todas las instancias en las que seamos capaces de poner en juego una perspectiva transformadora. Esto implica, necesariamente, participar de la junta departamental. ¡Provoquemos grietas!

Este cuatrimestre la vida política del mundillo antropológico observó la irrupción de una novedad que poco tiene de nuevo. La reapertura de los debates sobre la necesidad de reformar un plan de estudios, cuyas limitaciones padecemos hace más de 20 años, deja de ser una idea vaga para transformarse en el punto neurálgico de los debates políticos contemporáneos. La reminiscencia más próxima nos retrae al año 2005. Muchos de los que estamos pensando y trabajando por la reforma de este plan nos vimos involucrados en aquel año en similares debates con pocos resultados prácticos. No esperamos plasmar en este pequeño documento el resultado de esta experiencia, pero sí resaltar la importancia que le estamos dando a la hora de pensar el nuevo plan al camino recorrido por todos los que nos antecedieron. La idea que guía nuestra participación y –creemos- la de todos los compañeros con quienes nos hemos estado reuniendo sábado tras sábado, es que necesitamos darnos el tiempo y el espacio para avanzar, no sólo en los debates filosóficos y epistemológicos que flotan en lo alto, sino en la generación de nuestros propios consensos y en la posibilidad de plasmar el laburo en una propuesta colectiva y plural de cara a las jornadas interclaustros convocadas desde el departamento.

Otro aspecto que no llama la atención al trazar paralelismos es el estrecho vínculo que existió en ambas oportunidades con la lucha por más presupuesto para la educación. Es que a la hora de pensar el rol de las ciencias sociales, nos debemos remitir a la valorización que el Estado y los gobiernos nos reservan.

¡No somos ciegos! Es evidente que las tensiones y contradicciones que hacen a la reproducción antidemocrática de feudos profesorales, monopolio de recursos, becas y rentas, así como la problemática presupuestaria, son parte de un marco político y económico del sistema social que toma como rehén a nuestras aspiraciones de cambio. Pero no podemos esperar a la revolución para empezar a motorizar y prefigurar los cambios del mundo futuro que soñamos y por el que luchamos (leerlo con tonada de líder revolucionario latinoamericano le mete onda).

Todo esto que decimos está vinculado a como concebimos la práctica política y la acción colectiva. Lejos estamos de querer proponerte la verdad revelada o la solución a todos los problemas de nuestras vidas. No existe una verdad o un mecanismo infalible, una receta para convertirnos en garantes de cambio. Nuestra forma de pensar la política nos exige que aspiremos al desarrollo de instancias plurales de debate y de toma de decisiones, para que la práctica política desarrollada en los espacios institucionales no sea acción de individuos sino de sujetos colectivos. Esto no es posible sin una apertura de nuestros espacios como estudiantes y una mayor circulación de la información. ¡Que no te la cuenten!

Proponemos:

-Boletín público de la Junta Departamental (electrónico si nos chicanean con el presupuesto) que incluya: resoluciones y posturas de mayorías y minorías de los tres claustros.

-Reunión abierta y periódica del claustro estudiantil para que las políticas desarrolladas por los representantes sean producto de la deliberación colectiva.

-Creación de una publicación académica garantizada por el departamento que permita la difusión de trabajos realizados por los estudiantes.

-Apertura inmediata de una comisión interclaustros democrática para organizar el X CAAS en nuestra facultad, de cara a 2011, que asegure la participación de los estudiantes en la toma de decisiones para desarrollar esta instancia formativa pública y gratuita.

-Apertura de una comisión para efectuar una revisión de la bibliografía de las materias y garantizar que se cumpla nuestro derecho a acceder a la bibliografía en castellano y que todas las materias publiquen en el Cefyl.

-Promover la organización de charlas, talleres y comisiones que hagan aportes teóricos y prácticos a nuestra formación profesional.

Además, creemos necesario articular todas las instancias posibles para desarrollar la lucha por:

-Democratización de la Junta departamental: mayor representación estudiantil, claustro único docente y que la junta tenga carácter resolutivo.

-Reforma integral del Plan de Estudios (fortalecimiento del grado y del enfoque metodológico, prácticas de investigación y extensión, nuevas metodologías de evaluación)

-Apertura de Cátedras paralelas.

-Sostener el derecho a la pluralidad ideológica y metodológica.

-Derecho a la tesis colectiva.

La Juntada en la Junta

¿ahora qué? ¿por qué? ¿para qué?

Desde los estudiantes de antropo y arqueo que formamos parte de La Juntada creemos que este año tenemos una oportunidad de empezar a pensar un cambio en lo que ocurre en la Junta Departamental de Antropología. No se trata de ofrecer verdades absolutas, recetas mágicas o estrategias infalibles. Mucho menos de buscar entre nuestros compañeros al enemigo interno (inexistente) o denostar a aquellos que piensan y construyen distinto a nosotros. La importancia de debatir, pensar o elegir radica en sopesar distintas perspectivas y proyectos a la hora de concebir la política, la acción colectiva y al sujeto de un cambio, así como las posibles implicancias prácticas de las propuestas sugeridas.

Para empezar a pensar esto, no está demás conocer el terreno en que nos movemos. Esto significa remarcar el carácter antidemocrático de la junta de nuestra carrera, que dicho sea de paso, es de carácter consultivo; las decisiones, en última instancia, son tomadas en el Consejo Directivo de la Facultad. La distribución de las representaciones adolecen, al igual que todas la estructuras de cogobierno universitario, de una sub-representación estudiantil (Profesores: 4 representantes, Graduados: 3, Estudiantes 3), de un desdoblamiento de la planta docente en dos claustros y del hecho de que en el claustro de profesores sólo es posible la participación una pequeña porción de las elites profesorales”.

Este panorama se ve agravado en la coyuntura actual por el monopolio de las representaciones de profesores y graduados por parte del bloque que dirige el decano Trinchero; por dos motivos: uno vinculado a la intención y al proyecto político de este bloque y otro de carácter institucional-estructural. Ambos se implican mutuamente.

¿Lo qué? Sería imposible hacer un análisis exhaustivo de una institución tan compleja como la UBA en un papel que pretende ser corto. Basta con que observemos el carácter casi feudal con que son distribuidos los cargos, rentas, becas y proyectos de investigación (escasos, además, por la falta de presupuesto –aunque no sólo- y de concursos o por la ilegitimidad de gran parte de ellos) y como este requiere del despliegue de una complejísima red de lealtades, relaciones asimétricas, de poder y dependencia, que coartan muchas posibilidades de pensar siquiera en un cambio que afecte dicho monopolio de poder político hacia el interior de la institución y de la disciplina.

Por otra parte, y no debe ser una novedad para muchos de nosotros, quienes hoy representan a esta mayoría en la junta han desarrollado fuertes vínculos con el gobierno nacional y son garantes del proyecto que el kirchnerismo se reserva para la Universidad Pública en general y las Ciencias Sociales en particular. ¿Qué significa esto en los hechos prácticos? La voluntad política del decano y su gente no está orientada a trabajar junto a los estudiantes y docentes para exigir a quien corresponde (el gobierno nacional, obviamente) el aumento del presupuesto y de los salarios, así como la priorización de la educación pública por sobre los intereses de los monopolios empresariales y los organismos internacionales. Por el contrario, este grupo pretende ajustarse al ahogo presupuestario y mantener un estado de equilibrio en la caja de la facultad. Recortar cargos, evitar la proliferación de cátedras paralelas, aumentar la generación de recursos propios y privados y, ¿por qué no? acortar planes de estudio y trasladar contenidos a los posgrados. Ya te imaginarás como le viene de bien todo esto, de paso, para mantener control hegemónico en los espacios de poder mediante las lealtades institucionalizadas. Además está la platita de los recursos propios y fondos privados mejor no hablar de ciertas cosas.

Pero volvamos a nosotros, los estudiantes. ¿Qué papel podemos jugar si ya se repartieron las cartas y ni para mentir un envido tenemos? Tratando de no caer en cumplir un rol meramente testimonial, podemos adoptar el camino de la acción colectiva y la presión. Pero la presión sobre un cubo de hormigón armado (bastante bien armado) no debe hacer demasiado en la superficie, ¡menos en la estructura! Sobre todo cuando somos pocos o estamos demasiado recelosos de cuidar que el de al lado, el o la compañera, no me venga a joder con que quiere las miguitas de la torta que, mal repartidas y todo, aunque sea me tocaron.

Es por esto y mucho más, que nos parece importante que nuestro papel en la junta juegue en varios sentidos. Primero que nada, estaría piola que ayudemos a que la información circule entre nuestros compañeros regularmente. Que las posturas y los debates que intervienen en la toma de decisiones sean de público conocimiento para que dejemos de lado la partida de ajedrez entre burócratas y la junta esté obligada a funcionar de cara a la comunidad a la que debería responder.

Siguiendo con este espíritu, esto debería obligarnos a generar las instancias de debate y decisión para que los representantes estudiantiles y los estudiantes en general podamos intervenir como un sujeto colectivo. Estas instancias ayudarían bastante si tuvieran una regularidad y dinámica de laburo por consenso que trascienda las asambleas que generalmente son cuando ya estamos al horno con algo o cuando a alguna de las fuerza les/nos sirve (guarda que a lo mejor nos devuelven la guita del CAAS justito antes de las elecciones. O mejor, durante, si es ¡así los votamos, de cabeza!).

En tercer lugar, nos parece más que urgente trabajar para construir lazos con los graduados que no están hasta las manos con la gestión (son bastantes más de los que creemos) para articular políticas, debates y acciones conjuntas, ¿no te parece? Ya sabemos que es difícil y que están más atados que nosotros al sistema, pero empezar a cambiar las reglas del juego depende de todos nosotros.

Por último, pero no por eso menos importante, suponemos que, si bien son pocas y muy limitadas las iniciativas que se puedan lograr desde la junta, todas ellas apuntan a generar las grietas necesarias en ese bloque de hormigón al que nos hemos mal acostumbrado. Pero para que todo esto suceda es necesario que lo hagamos juntos, que se escuche la pluralidad de nuestras voces en la Junta de Antropo. ¡Que no te la cuenten!

En Busca del Asado (¿o la arqueología solo se contenta con los huesos?)

En serio... nadie puede creerse que la orientación arqueológica en Antropología ha establecido un mecanismo maquiavélico, que impide el despegue de la misma como generadora de la historia de los vencidos. Sería ingenuo creer que no existen formas más efectivas e inmediatas que hielen el caldo de cultivo de las luchas (Siempre va a estar asechando el palo antes que el alzheimer). Ahá. Buceemos entonces sobre los aspectos que de todos modos restan a la hora de conformarnos como agentes de cambio (cualquiera que este sea).

En primer lugar, no tenemos una base epistemológica en general y teórica en particular. Solo discutimos sobre cómo se conforma nuestro objeto de estudio en una materia de quinto año que, a pesar de ponerle pilas, no llega a cubrir los baches que dejan las preguntas básicas: qué, cómo y por qué. En consecuencia, nos da lo mismo que los autores leídos en el transcurso de la carrera conciban la realidad como un sistema o como un texto, pues la lógica subyacente, la cual validaría sus conclusiones, nunca se nos presenta para ser discutida. A veces tenemos ligeras sospechas: ¡hay gato encerrado!… pero ¿¡quién lo encerró!?

Por lo anterior, no sorprende que en primer lugar no se le dedique más que una carilla a la Teoría en las tesis de licenciatura y que nos resulten inútiles las materias del tronco común, pues en definitiva basamos nuestras investigaciones en postulados mayormente nacidos de la ecología y la biología. Indudablemente, esto se ve consolidado con la ausencia de materias como Epistemología, Teoría Sociológica, Teoría Antropológica Contemporánea o incluso metodología para antropología social en nuestra orientación. Por lo tanto, el profundo sentimiento de independencia dentro de la carrera, entre los miembros de esta rama, no es casual.

Una posible consecuencia de esta falta de reflexión, es el mínimo número de instancias en las cuales podemos pensar sobre el impacto de nuestro rol dentro de la sociedad mayor. Asimismo, cómo se ve influenciada nuestra interpretación por corrientes de pensamiento políticas o económicas y, por último, cuáles son las herramientas arqueológicas que pueden ser utilizados por el resto de los científicos sociales que trabajan en sociedades contemporáneas (en definitiva, poseedoras de un pasado).

Indudablemente, las instancias de trabajo interdisciplinario (con sociólogos y antropólogos) podrían minimizar esta situación. De igual modo, los proyectos de investigación no dejan de estar diseñados por arqueólogos que decidirán si incluir o no a las comunidades locales como sujetos a ser interpelados. Por lo tanto, si bien se contempla a estas en la práxis de algunos grupos de investigación, su número podría verse reducido en el futuro si se cercena nuestra formación como antropólogos (y por ende, críticos de nuestra realidad actual).

De igual modo, el espacio de la Arqueología histórica sigue quedando postergado, a pesar de ser uno de los campos que más ha crecido en los últimos años. La carrera no puede quitarse ese lastre que la dejó atada a la Prehistoria (lo problemático del término no siquiera es necesario abordarlo acá), siendo escasas las instancias donde se tratan problemáticas urbanas o que se imbrican en la materialidad de procesos sociales contemporáneos. Entonces, desde que cursamos HTA tenemos las herramientas críticas para desnaturalizar esa división del trabajo decimonónica, pero luego lo vemos reproducido en nuestra cursada…

Seguramente, lo aquí señalado es tan fragmentario como el Registro Arqueológico, debemos estar dejando fuera prioridades que no están siendo atendidas. Por ello, nos gustaría escuchar tu opinión (sí, a vos, el estudiante de arqueología que ya no se banca que lo tilden de despolitizado y conformista). La carrera tiene un potencial que está siendo desperdiciado, está en nuestra generación decidir si quedarnos con las migajas (léase los huesos, las lascas y los platos pato). Discutamos y armemos propuestas en estas Jornadas y también empecemos a disputar otros espacios: indudablemente, la facu no nos va a dar todo.

10 claves para entender las discusiones sobre el Nuevo Plan de Estudios de Antropología

Este resumen (algo pretencioso) fue pensado para los distraídos, los descreídos (con razón) o los que no pudieron asistir a las reuniones de discusión y quieren participar de las próximas Jornadas interclaustros. Pero no nos gustaría dejar de mencionar que las mismas fueron planteadas desde Graduados y Profesoras para que se discutiera solo un día sobre un esquema redactado por una comisión ad hoc. Dado que nada demasiado plural puede salir de una propuesta edificada mediante 3 personas y un montón de figuras fantasmagóricas, los estudiantes fuimos por más: esta comisión sólo debía proponer una estructura de debate, no una propuesta cerrada.

En este clima enrarecido tiramos algunas puntas para tener en cuenta…

  1. Garantizar los puestos de trabajo de los actuales docentes: Es el punto de partida. Lo cual no debe ponernos orejeras: no es cuestión de maquillar el actual plan abriendo paraguas. Una reestructuración profunda traería revuelo si consideramos que muchos docentes deberían dictar contenidos nuevos dentro de su repertorio y demás está decir que se debería llamar a concurso para abrir otras cátedras… la torta se dividiría en más porciones y con ella el poder político. ¿El Trincherismo la aceptaría?

  1. Mayor flexibilidad en la carrera: Se planteó tener 6 materias como tronco común. Pero ¿de dónde salió este número mágico? ¿Acaso aseguraría que la actual gestión se siga guardando el derecho de admisión gracias a la continuación de sus cargos? Luego se completaría con materias obligatorias y optativas para social y arqueo y habría una serie de sugerencias según la orientación elegida. Tantas libertades no vienen solas, tendríamos un Tutor que nos guiaría el camino… pero, quién sería este tutor, ¿un profesor nombrado con renta, un profesor por nombrar a ser rentado o un estudiante avanzado o recién graduado con ganas de seguir laburando gratis? Esta última es la opción que vienen barajando los docentes/graduados. Muchos estudiantes de arqueología ven problemáticas las materias del tronco común porque no incluyen contenidos arqueológicos. ¿Esto se resolvería asegurando la inclusión de abordajes arqueológicos o separando más aún orientaciones que tienen tanto para decirse reduciendo las materias en común?

  1. Terminalidades: ¿de qué me recibo? Sabemos que todos terminaríamos siendo antropólogos con “orientación en” o como profesores de Media y Terciarios. Bien, sabemos que en la actualidad hay un terreno extenso, el de la Gestión en políticas públicas o recursos culturales y, en el cual, se están insertando laboralmente egresados de esta casa de estudio sin haber cursado algo más que un seminario para ejercer dichos cargos. Una posibilidad que se planteó este año es que pudiéramos formarnos tanto como investigadores como mediadores e interventores (o todo lo que entre dentro de este saco). De esta manera tendríamos cátedras especialmente dedicadas a la formación de funcionarios a desenvolverse en el ámbito público y privado. En el caso de la docencia, esta actualmente cuenta con dos materias anuales. Una de las propuestas que andan flotando (comentada por la actual Jefa de Cátedra de Didáctica especial) es reforzarla con otras. Por ejemplo, se habló de la necesidad de una materia histórica de Latinoamérica dado que Historia es una asignatura que en el nivel medio requiere de una profundización con la que actualmente no contamos.

  1. Un eje metodológico-epistemológico:

a) Hay un consenso sobre su importancia y su presencia en el plan futuro, pero su carácter aún es fruto de discusión. Por ejemplo, entre los estudiantes entendemos la necesidad de una materia como Epistemología al comienzo de la carrera, pero ha esta le debería suceder una segunda instancia que contemple a las teorías antropológicas y arqueológicas en clave epistemológica. Ahora bien, ¿debería haber una metodología compartida entre ambas orientaciones para luego dar lugar a los métodos y técnicas correspondientes a la antropología social y a la arqueología?

b) Desde graduados la propuesta ha sido dedicar un cuatrimestre a lo epistemológico. Luego se tendría una primera materia donde se trabajaría EL problema de investigación. Esto vendría a resolver un punto problemático en nuestro plan, pues actualmente se llega al Seminario Anual de Investigación en el último año sin tener instancias previas para pensar sobre qué se quiere investigar. Ahora bien, ¿es útil dedicarle un cuatrimestre entero a la creación del problema a resolver en la tesis si aún no se tuvieron materias de contenido o de técnicas de recuperación de información? Además de resultar problemático que te “cases con una temática” recién en tus primeras materias. A esto se suma que en la “metodología II y III” te dedicarías a diseñar tu proyecto (sin tener una instancia para explorar sobre metodologías alternativas…). Este panorama nos llevó a los estudiantes, a plantear no solo una epistemología troncal y plural sino una metodología que permitiera también continuar las formas de investigar según el posicionamiento que se tiene frente al objeto/sujeto de estudio.

c) No poseemos una Metodología de la Investigación Histórica. El trabajo con fuentes, escritas, gráficas (fundamental en la arqueología) no es abordado en ninguna materia, quedando relegado a un seminario. ¿De qué manera se incluiría en el plan actual?

  1. El eje Histórico: ¿Es suficiente Historia Social General? La potencialidad de nuestras construcciones dependen en gran medida de su anclaje con la realidad. Es por eso que resulta fundamental entender las dinámicas sociales de acuerdo a sus circunstancias históricas como así los contextos de producción de los investigadores que nos precedieron. Falencia que es por demás obvia en nuestro plan actual. ¿Cuántas Historias? ¿Son suficientes las que nos ofrece Filo? ¡A discutir!

  1. La “salida al campo”: No garantizada por el Plan actual. Los estudiantes tenemos dos opciones: o auto financiar nuestra investigación o insertarnos en un equipo de investigación. ¿Contemplará El Nuevo Plan partidas presupuestarias para que exista una articulación real entre los equipos de investigación subsidiados y la formación de grado? Una opción es efectivizar el cumplimiento de “créditos” que oficialicen la enseñanza paralela a la que debemos recurrir si nos queremos tomar en serio la carrera (cumpliendo horas de trabajo en laboratorios o desgrabando). La misma, si bien es actualmente efectiva, se nos presenta como aleatoria y a veces, por demás errante.

  1. El tronco común: Las sistemáticas: ¿sigue siendo útil la división? y a su vez, ¿es pertinente hablar de orientaciones en Sistemática I, cuando se relegan contenidos sobre arqueología para plasmar el programa de una cátedra? Obviamente es un aspecto a debatir y ha no cerrarse, porque en primera instancia debemos hablar de contenidos mínimos y no cómo estos van a ser compartimentados en materias específicas. Quizá un cambio radical no sea necesario pero sí hacer hincapié durante la cursada en el interjuego entre las tres áreas de análisis.

  1. El tronco común: Historias de la Teoría antropológica (¿y arqueológica?): Al menos en el claustro estudiantil reconocimos la necesidad de incluir las teorías surgidas en los procesos de descolonización iniciados en los `60 como también la necesaria contextualización de cada escuela surgida en la metrópolis. Es decir, dar lugar a las producciones propias del tercer mundo como su influencia en el pensamiento antropológico contemporáneo.

  1. Cátedras Paralelas: cri, cri… bola de estambre en un paisaje árido… árido.

  1. ¿Antropología y Arqueología para qué? El vínculo entre el antropólogo/arqueólogo y la comunidad no solo puede devenir en un enriquecimiento de las comunidades locales donde se trabaja (que muchas veces requieren de elementos simbólicos para conformar una historia que los distinga y los una). Sino también para el investigador que por lo general, pierde la dimensión de su trabajo y no repara en su deuda con la sociedad y que es justamente ese compromiso el que debe dictar sus pasos. Crear conocimiento en abstracto, no solo es inocente, sino imposible. En nuestra facultad contamos con grupos de estudiantes que se juntan a pensar sobre la manera de hacer llegar el conocimiento producido a la realidad cotidiana. Evidentemente, el plan actual no repara en esta articulación. Posiblemente el actual proceso de reestructuración sea nuestra única instancia de redireccionar nuestras potencialidades, dándonos un lugar para aprender a difundir lo que hacemos y a trabajar por la recuperación de la identidad de aquellos que nos encuentran en la “salida al campo”.

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