lunes, 13 de octubre de 2008

Plataforma de LETRAS


Salgamos del lado oscuro (versión editorial)

La carrera de Letras no es una sola. Si la miramos con atención, en sus materias, en sus estudiantes, en sus debates, en sus ausencias, y tanto más en sus presencias, vemos que es un eterno intento de muchas cosas que no termina de lograr. Estamos condenados a estar perdidos, a ver a qué materia nos lleva el viento, y a hacer de cuenta que tenemos la libertad de elegir, en cada tramo, absolutamente todo nuestro destino. Lo que nos queda de esa aventura es una dispersa cultura general que nos sirve para todo un poco. Los estudiantes de Letras somos los mejores para hablar sobre aquello que nunca terminamos de saber del todo, los mejores para escribir monografías en las que aparentamos hacer teoría literaria, recuperar teorías lingüísticas, basarnos en teorías sociales: pero nosotros sabemos que no hacemos pie. Sabemos que no conocemos en profundidad nada de aquello de lo que hablamos. Nuestra carrera nos forma, por lo pronto, para ser valientes, y animarnos a decir que sabemos sobre todo, porque, total, tenemos las herramientas para aprenderlo cuando sea necesario. Salimos profesores de lengua y literatura sin formación en contenidos básicos, investigadores sin epistemología ni formación en teoría social alguna, escupidores de talleres sin formación en recursos de escritura, y la lista podría seguir eternamente. En definitiva, la carrera de Letras forma excelentes autodidactas. De eso hablaremos en esta plataforma.

¿Qué tiene que ver la junta de carrera con esos problemas? Todo y Nada. Es decir, que participar en la junta de carrera no significa transformar esa realidad. Pero también es cierto que está en nuestras manos ocupar todos los espacios que sean necesarios para que la carrera de Letras se llene de vida y empiece a preguntarse por ella misma. La Juntada es un espacio en el que confluimos estudiantes independientes y cuatro agrupaciones: Colectivo de Izquierda, Plan B, Prisma y Un solo grito. Es un espacio abierto y participativo que intenta poner a andar otra forma de pensar la política en la facultad. Estamos convencidos de que la única forma de transformar sustancialmente nuestra carrera es que hagamos de ella un debate colectivo. Son poco conocidas las experiencias de reflexión y producción en torno a los problemas de nuestra carrera que son amplias y verdaderamente democráticas. Quienes participan de la junta de carrera deberían asumir la responsabilidad de movilizar esos debates tanto hacia la junta como hacia los estudiantes. Pero eso no está desvinculado de pensar las otras carreras, de apropiarnos de la discusión integral sobre qué conocimiento se produce en nuestra facultad, y cómo. Apropiarnos, también, de los espacios de reflexión y lucha por el presupuesto, por la democratización; temas que atañen a nuestra carrera y a la universidad pública toda. Somos muchos los que hacemos y accionamos en este sentido desde hace mucho tiempo, pero ya es hora de disputar de una vez por todas una reforma del plan de estudios de Letras. Antes y después de las elecciones, te invitamos a acompañarnos en este proceso que recién empieza.

Lo profano está en nosotros (versión remixada)

Muchos de nosotros, nos identificamos con una serie de prácticas alternativas de producción de conocimiento (grupos de estudio, talleres, bachilleratos populares, etcétera), así como también con los debates que se vienen dando en algunas carreras, en cuanto a los planes de estudio. Dichas prácticas, se dan frente a la lógica dominante, que tiene como fin del estudio y de la producción, los logros personales hacia el interior de la corporación. Así, se transforma al conocimiento en títulos, acreditaciones, puntos, elementos individuales en la competencia por los pocos espacios dentro de la universidad. Espacios a los cuales, muchas veces sólo se termina accediendo por contactos o asignados clientelarmente.

La universidad, como maquinaria reproductora de las ideologías dominantes, supone un entramado de poderes, de formas de gobierno asimétricas, de sujetos y formas de concebir al conocimiento, pero también es un terreno de disputa, donde debemos intervenir y dar la batalla. Al estar la universidad inmersa en el sistema de dominación actual, las formas de organizar la producción del conocimiento tienen un correlato con dicho sistema. Es así, que nos encontramos, por ejemplo, con una clara división entre los que ejecutan (estudiantes que rendimos exámenes, absorbemos y escupimos bibliografía muchas veces pasivamente) y aquellos que componen una partitura: la del conocimiento académicamente legitimado (jefes de cátedra, directores de carrera, etcétera). Así, si queremos seguir “en carrera”, nuestra tarea se ve reducida a rendir exámenes.

Entendemos que en las aulas, al negarse muchas veces la relación con lo que pasa en el aquí y ahora de lo social, está escondiéndose una verdad: las disciplinas toman a la experiencia de la sociedad, convirtiéndola en objetos de estudio fragmentarios, de manera tal que nosotros, estudiantes, nos formamos como observadores de objetos que en verdad están vivos. ¡La fragmentación disciplinaria es el lado oscuro de la calle! …Y cuando esto es silenciado en las aulas, es cuando en la mayoría de las carreras no se habla de epistemología, materia que sería fundamental para indagar qué concepciones del conocimiento y de lo real tiene las disciplinas. La “Teoría del Loco lindo”, del investigador que vuela por las nubes de las teorías, por el mundo de las ideas, es el discurso dominante en una facultad que produce intelectuales sin rumbo.

Esto no quiere decir que decidamos tener una actitud marginal frente a lo dado: por lo contrario, asumimos el compromiso, con todas las contradicciones que conlleva, de ir a la Juntas de Carrera, con nuestras propuestas, pero siempre con una visión crítica, entendiendo que las Juntas tienen serias limitaciones, a la hora de la desigualdad representativa. En las Juntas es posible discutir y presentar proyectos que tensionen las formas en que se decide el destino de las carreras. Y así como somos críticos de esta universidad, también entendemos que es sobre su existencia, tal como está dada, que motorizaremos los cambios que son posibles y necesarios. Debemos apropiarnos de los espacios en las carreras, para darles otras potencialidades, ya sea impulsando jornadas de trabajo interclaustros sobre los planes de estudio, promoviendo instancias que impliquen prácticas distintas a las tradicionales (por ejemplo, promoviendo las evaluaciones colectivas, las cátedras alternativas, etc.), y sobre todo impulsando la participación de nosotros, los estudiantes. Para construir desde ahora los cambios que prefiguren la sociedad y la universidad por venir, no se trata de esperar revoluciones que cambiarán todo por sí mismas, de un haz. Los mecanismos “estructurales” con que se gobierna la producción de conocimiento no tienen que inmovilizarlos, sino potenciarnos a comenzar nuestra apuesta de un cambio desde ahora. Para ello también creemos necesario transformar de conjunto nuestro propio transcurrir como estudiantes, abandonar la conducta pasiva que sólo reproduce contenidos calentando la silla del aula, asumirnos como sujetos críticos.

Esta universidad no es sagrada, es posible y necesario cambiarla. Vamos por más presupuesto, pero también vamos por una universidad a la que le arranquemos el automatismo, donde los estudiantes nos asumamos como sujetos productores de conocimiento, donde seamos capaces de hacer carne nuestro poder real; en cada cursada, en casa apuesta a la historia por venir. Profanemos las estructuras de cursada y gobierno, debatamos los planes de estudio: gobernémonos.

Creemos que todas estas problemáticas sobre las que venimos reflexionando son propias de nuestra facultad y sin embargo y a su vez creemos que la carrera de Letras necesita también de un espacio-tiempo para ser pensada en su particularidad como parte constituida por este todo del cual forma parte y al mismo tiempo performatiza con sus especificidades. Ahí vamos.

Plan de estudios (versión demodé)

A primera vista, Letras se nos presenta como una carrera mensurable. Su estructura-contenido expresada discursiva y materialmente en el Plan de estudios de 1984 la objetiva en el complejo entramado de la institución UBA y esto, digámoslo así, tranquiliza nuestras conciencias académicas. Es decir que sabemos que ese papel está ahí y que si es así, por algo será, alguna función seguro que cumple. Esta es la parte “feliz”: siempre tenemos una hoja que documenta, que confirma la inclusión de los estudios literarios-lingüísticos en el seno del campo académico. Esto es lo bueno. Letras es. Tiene entidad. Existe. Hay, además del soporte celuloso, un edificio; hay estudiantes que cursan la carrera y hay profesores que la dictan.

Ahora bien, las cosas no terminan aquí. Si se tratara únicamente de la confección de coherentes y cohesionadas textualidades ya tendríamos todo resuelto. Ahí tenemos, desde hace más de un siglo, un libro titulado El capital que desbarata las trampas del patrón y no alcanza ni con su tangibilidad ni con su lectura. La experiencia, la práctica, es la que confirma o refuta la teoría, para ir reformulándola y generar cambios reales en la praxis. Si pensamos en la carrera de Letras, basta con cursar un tiempito para notar que ese papel (Plan de estudios) es testarudo, necio. Le han pasado por arriba los tiempos y en la sucesividad de los tiempos se realizan las experiencias: están diciéndole que NO hace rato.

Como sostienen los chicos/as que escribieron El boletín del plan de estudios de Letras, “un ambiguo concepto de democracia funciona como fundamento de nuestro plan (...) la falta de progresión en la estructura estimula la desintegración de las redes sociales estudiantiles”. Es que el democratismo (eso que subyace y hace al plan en su especificidad pero nunca se explicita) es el producto de coordenadas históricas definidas, el fin de la dictadura y la vuelta de la democracia. En este sentido, aquello que aparecía, dicho mal y pronto, como una necesidad histórica, un plan democrático, en el que cada uno pudiera elegir qué materias abordar o no, qué orientación seguir o no seguir, demuestra en el presente y sobre todo en la experiencia (el papel, recordemos, se mantiene impoluto) que es una estructura que reproduce al interior de la carrera la fragmentación del conocimiento, que lleva a la existencia de sub-carreras dentro de la misma carrera, y tiene su más alarmante correlato en la desintegración de las redes sociales estudiantiles antes citadas. Las preguntas que surgen son casi intuitivas, ¿existe algún punto unificador entre el egresado de Clásicas y el egresado que se especializa en Literatura Norteamericana? ¿El de lingüística con el de Latinoamericana? ¿Y entre el que egresó en 1999 y el que egresó en el 2007, más allá de la orientación? Encontramos que en la práctica el concepto de orientación desplaza su contenido semántico de modo radicalmente reversivo, y pasa a constituirse en uno de los principales factores de desorientación vigente. Extravío que se expresa en distintos niveles. No sabemos qué es la carrera de Letras, no sabemos para qué nos estamos formando y para colmo los caminos democráticos (que son muy difícil de andarlos) nos disgregan al punto de no conocernos ni los rostros. Si queda alguna duda respecto de esto, basta con visitar el tercer piso y enterarse de que una cosa es el departamento de Letras y otra cosa el de Clásicas. Formas espaciales, visibles, ladrilleriles también, por qué no, de la permanente disgregación del conocimiento y los tejidos sociales. De este modo, sólo por dar un ejemplo, las problemáticas de Clásicas no incumben al estudiante de Lingüística y viceversa. Este es el lado más oscuro de la luna: la fragmentación del saber como correlato (claro que no la única) de la carencia de un movimiento estudiantil organizado.

Lejos de reaccionar contra la diversidad de sujetos, experiencias, contenidos y formas de abordar el conocimiento, nuestra tarea quizás consista en pensar mecanismos que cohesionen, sin borrar las especialidades, la práctica académica, darle un cauce al río embravecido de la fragmentación. En este sentido vemos como indispensable una reforma del Plan de Estudios, no sólo pensada desde el agregado o quita de materias sino como uno de los puntos de partida posibles para la búsqueda de nuevas formas de pensar los lazos sociales y la organización, no ya solamente del estudiante de Letras o el movimiento estudiantil, sino de todo el conjunto de la Universidad. Romper con ésta lógica del Plan de Estudios (sospechamos que similar a los planes de otras carreras) significa plantear un programa alternativo que reformule contenidos, que destierre el abordaje del texto por el texto mismo, que busque la implementación de materias realmente introductorias, una mejor sistematización de las correlatividades, espacios de intercambio entre las distintas áreas, metodologías de investigación, talleres de redacción, desarticular la naturalización de las jerarquías claustrale, etc..

Una ojeada retrospectiva no es una mirada estrábica

Pero por sobre todas las cosas, es necesario realizar una ojeada retrospectiva y analizar el devenir de la Universidad en los tiempos, sus movimientos a través de la historia argentina: ni la reforma del 18, ni la Noche de los Bastones Largos, ni las cátedras nacionales de 1973, ni el plan de estudios del 84, ni la caída de la Franja Morada constituyeron hechos inmotivados o procesos internos escindidos de la vida política nacional. No hay adentro y afuera. La reforma del Plan de Estudios, en un sentido amplio, es asunto que le toca a la comunidad universitaria, sin dudas, incluidos los estudiantes, sujeto objetivamente mayoritario. Sin embargo, esta necesaria ojeada retrospectiva nos demuestra que nuestras fuerzas deben avocarse a discutir la anacronía del Plan de Estudios desde los espacios existentes, actuales (por ejemplo, el taller de investigación del Plan de Estudios, las asambleas interclaustros, la discusión en las aulas, los más diversos grupos de estudio, seminarios colectivos, el Encuentro de Estudiantes de Letras, etc.) pero también involucrándolos en la lucha social en cualquiera de sus formas.

¿Qué hicimos?

Encuentros abiertos de debate y reflexión sobre el Plan de Estudios con docentes y graduados de la carrera/Jornada de debate intercarreras sobre los Planes de Estudio de las distintas disciplinas (impulsadas desde la Secretaría de Producción del Conocimiento junto a estudiantes independientes)/Boletines de carrera/Boletines Lo artesanal, de la Secretaría de Arte y Política, que difunde producciones poéticas de estudiantes así como entrevistas y notas sobre problemáticas culturales y literarias/Encuentros sobre Literatura Andina con el escritor boliviano Néstor Taboada Terán/Ciclos de lectura de poesía contemporánea en la facultad, con poetas docentes de Filo como con escritores que no pertenecen a la academia (Susana Cella, Ariel Schettini, Leonor Silvestri, Walter Cassara, etcétera)/Encuentro de formación político-cultural sobre el pensamiento de Antonio Gramsci, a cargo de Daniel Campione/Feria y entrevista abierta con editoriales alternativas. Eloísa Cartonera, El Andariego, Siesta, Tamarisco entre otras.

¿Qué hacer?

  • boletín publico de la junta (informe de reunión de la junta, situación de las cátedras, cargos, etc.)
  • reuniones periódicas y pautadas del claustro estudiantil, para que los estudiantes nos apropiemos de los debates de nuestra carrera y tengamos un espacio para plantear problemáticas y propuestas.
  • talleres de técnicas de escritura dictados por docentes de la carrera.
  • Iniciar una discusión sistemática, institucional y planificada acerca del plan de estudios.
  • impulsar jornadas de debate interclaustros, sobre la carrera y sobre problemáticas teóricas, culturales y políticas.
  • Impulsar desde la junta la organización de eventos, seminarios y charlas con personalidades que puedan ser un aporte a nuestra disciplina
  • armado de una publicación académica con producciones de docentes y estudiantes.

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