jueves, 6 de agosto de 2009

Boletín de La Juntada en Historia - Agosto 2009

¿En qué anda Historia?

Cualquiera que se ponga un rato a pensar sobre la carrera, tardará poco en darse cuenta que la investigación no es un aspecto al que se le dé mayor importancia, ni en la cursada ni en las materias. Pensará, entonces, que la carrera de Historia en la UBA está orientada hacia la docencia… hasta que cursa las didácticas. En ese momento, caerá en la cuenta de que nuestra carrera no es más que un cúmulo de materias en el que vamos aprobando cursos donde la tendencia político-historiográfica a la que adscribe cada cátedra se desdibuja, haciéndose pasar por neutral, en la medida en que no se nos ofrece un marco teórico adecuado que permita desarmar las pretensiones universalistas de ciertas visiones monolíticas de la historia.
Claro que, detrás de la fachada de la neutralidad, se esconde siempre un posicionamiento. No existe una historia neutral (y por lo tanto un historiador neutral): tanto la investigación como la producción de conocimiento implican una toma de posición. No todos los historiadores y docentes que leemos y/o escuchamos asumen públicamente aquella causa por la que militan. Quienes, por ejemplo, nos relatan la conquista en términos de “encuentro”, la formación de los Estado-Nación y la expansión y explotación capitalista casi como un proceso natural, carente de conflicto -aunque no lo digan- también están tomando postura.
A la ausencia de marco teórico, se le suma la falta casi escandalosa de herramientas que nos permitan investigar y producir conocimiento historiográfico nuevo (¿alguien vio alguna vez una fuente? Y no hablamos del coso que tira agua para arriba!!).
Otro punto de confusión generalizada radica en el rol social y la relación con el “afuera” que tiene nuestra carrera. Una disciplina como la historia no puede estar al servicio de la carrera misma y punto. Es decir, no debe encerrarse en las cuatro paredes de un aula y solamente salir de paseo a un congreso o unas jornadas. Si le agregamos a esto que en repetidas ocasiones la historia que se viene escribiendo adolece de todo tipo de mirada crítica, tenemos como resultado una disciplina endogámica y legitimadora, que abona a esta cultura académico-política elitista que desliga el saber del hacer.
Claramente, el propio perfil de sujeto “historiador” que la carrera construye implica determinadas concepciones de lo que es la Historia (en tanto ciencia social), del para qué y del para quién de la misma. Si por una de esas cosas de la vida, al entrar a la carrera uno pretendía vincular la investigación histórica con la construcción diaria de una realidad mejor, es muy probable que día a día se decepcione un poco más de la academia: si hay algo de lo que carece casi completamente el plan de estudios de la carrera de historia es de vocación de compromiso con la sociedad a la que hace referencia, o sea, con los actores que cotidianamente la construyen.
En fin, a veces tenemos la extraña sensación de estar condenados a cortar y pegar una y otra vez las mismas cosas que ya se dijeron y a restringir, paralelamente, estos estériles debates a un grupo cada vez mas reducido de entendidos en el tema, como si hacer historia implicara necesariamente que el resto del mundo no pueda entender de qué carajo estás hablando.
Pero el ejemplo más sobresaliente de todo esto se observa en la estructura que adquieren las cátedras. Si uno desea comenzar un trabajo serio al interior de una se encuentra con que no se sabe bien cómo lograrlo. Sabemos que “las puertas están abiertas”, pero no sabemos cómo, cuándo y dónde golpearlas. Y peor aún, menos sabemos lo que nos espera (probablemente traducir textos, ser un che-pibe durante un tiempo, y rezar para que alguna vez el Sr. Feudal-Jefe de cátedra que te dirige se decida a “apadrinarte” para que te presentes a una beca o concurso. Y el problema reside en que no podemos esperar a que una adscripción sea la que nos permita aprender a investigar, a dar un práctico, a buscar fuentes y a especializarnos. Aunque hay cátedras (que son las menos, claro) donde efectivamente existe una política interesante en este sentido, debe ser la carrera la que nos brinde esas herramientas a todos, y no a unos pocos que supieron golpear la puerta adecuada en el momento indicado.
Todo esto se cristaliza en una forma antidemocrática de construcción y (re)producción del conocimiento. El conocimiento se construye (en el mejor de los casos), o meramente se transmite, desde la cúspide de la cátedra hacia abajo, dejando relegados o por fuera de la discusión de los programas y contenidos a los ayudantes-docentes de prácticos. En el último de los escalafones, claro, los estudiantes, una suerte de vasija vacía donde se vuelca un conocimiento ya discutido y masticado, bajo la forma sólida de ladrillos y más ladrillos de apuntes. Se trata de una concepción del saber unilateral y exclusivamente academicista.
Es por todo esto que creemos que hay que avanzar en una reforma del plan de estudios y en la democratización de la carrera (de su co-gobierno y de la producción del conocimiento) que haga lugar a estas cuestiones que, creemos, no pueden seguir siendo hegemónicas en la carrera.
Desde LA JUNTADA pensamos que es necesario darnos todos (vos, yo, el compañero del banco de al lado, el docente) la seria tarea de comprometernos con la carrera que hemos elegido y asumir el ejercicio de reflexionar y debatir, participar, organizarnos y movilizarnos para darle un nuevo curso a esta carrera.
¿De qué estamos hablando cuando hablamos de Junta de Carrera?
La Junta Departamental es el órgano tripartito de gobierno para la carrera. Está compuesta por 4 profesores, 3 graduados y 3 estudiantes, y cada claustro elige a sus representantes. En el caso de estudiantes, dicha elección se da cada 2 años. Este co-gobierno, posee, a pesar de contener a todos los claustros, un carácter bastante antidemocrático debido a que el reglamento de la Junta afirma que sólo pueden votar y ser elegidos por el claustro de profesores aquellos que sean titulares, asociados o adjuntos concursados, una “especie” extinta hoy en la Universidad de Buenos Aires, ya que hay una carencia casi total de concursos y muchas veces, cuando los hay, resultan instancias poco transparentes (basadas más en los contactos y afinidades político-académicas que en el mérito). Por lo tanto una gran cantidad de docentes (la mayoría de los que nos dan clases día a día en las aulas, muchos sin cobrar nada) quedan excluidos de la participación en el claustro de profesores y deben hacerlo en el de graduados, sin importar que dicten clase todos los días o sean individuos totalmente desvinculados de la UBA: ambos tienen el mismo voto en el mismo claustro.
Algunas de las funciones de la Junta son: aprobación de cátedras, programas de materias, planificación de actividades institucionales, revisión del plan de estudios, realización de concursos, organización de jornadas y congresos, etcétera. Sin embargo, las decisiones de este órgano no son resolutivas sino que están sujetas a la aprobación del Consejo Directivo, órgano aún más antidemocrático, dado que se acentúa la disparidad en la representación de los claustros.
Bajo esta estructura existe una importante concentración de poder en la carrera, que va de la mano de la monopolización de las instancias de (re)producción del conocimiento (cátedras, publicaciones, programas, becas, institutos de investigación) por un reducto minoritario de “profesores”, conocidos comúnmente como “los modernos”, quienes han hegemonizado ideológicamente la carrera durante años y construido “feudos” en la facultad, manejándola a su antojo a pesar de no representar hoy en día a nadie más que a si mismos y sus intereses elitistas. Se oponen a las modificaciones que hace años se vienen impulsando en torno a los mecanismos de cogobierno, la reforma del plan de estudios, cátedras paralelas, etc. Son quienes han hecho un culto de la “profesionalización” de la disciplina, predicando en pos de la “desideologización” de nuestra carrera (es decir, separar la tarea intelectual de las demandas políticas), desacreditando otras visiones y, por lo tanto, esquivando la discusión y el debate de ideas, instancias imprescindibles para que podamos problematizar los contenidos en lugar de consumirlos pasivamente.

¿Qué hay de nuevo, Viejo?
Pero bueno, comienza un nuevo cuatrimestre y la carrera de Historia muestra algunas novedades. Este año, ante un escenario en que los ‘modernos’ quedaron sólo con cuatro consejeros – mayoría de profesores y minoría de graduados- existió la posibilidad de dar quórum y permitir que la Junta vuelva a sesionar.
Gracias a la gran participación estudiantil en el primer cuatrimestre, los estudiantes, docentes y graduados de historia votamos un programa en asamblea. Éste contiene una enorme cantidad de reivindicaciones y líneas de acción para transformar la carrera. Entre otras cosas, incluye los primeros pasos para desandar el camino de la tan mentada reforma del plan de estudios (tiene más años que muchos de los estudiantes de la carrera) y de la democratización de los estamentales y anacrónicos órganos de co-gobierno. Bajo este programa, se eligió un director de la carrera -también en asamblea- quien junto con los consejeros estudiantiles y la mayoría del claustro de graduados, quedaron sometidos al mandato asambleario.
Desde La Juntada pudimos profundizar nuestra posición respecto de las potencialidades de participar en un espacio institucional, en este caso una junta de carrera, en tanto ámbito factible de intervención para avanzar en la consecución de las reivindicaciones de los estudiantes y, sobre todo, como un motor de movilización estudiantil. Por esta razón, pensamos que la elección de un director de carrera comprometido a reconocer e impulsar desde la junta el programa de historia puede funcionar, este contexto, como un elemento dinamizador del proceso.
Creemos que esto es un avance político para quienes venimos luchando por transformar la carrera. Pero para que el proceso abierto siga vivo, depende de que todos nos comprometamos y fomentemos la discusión, el debate y la participación al interior de la carrera. Muy fácil es acusar con el dedo si tal asamblea o espacio es poco concurrido, cuando la apuesta es hacia ese lado. Lamentablemente muchos compañeros se dedican a juzgar experiencias políticas sin siquiera darse cuenta de lo poco que pueden genuinamente generar ellos mismos. Más allá de esto, que no dejan de ser opiniones marginales, y para que el programa no se transforme en una consigna más, para sacarlo del papel, Nuestra apuesta es a la participación, al debate y a la lucha. Se viene un cuatrimestre plagado de espacios para debatir y construir entre todos una nueva Historia
SUMATE!
Que no te la cuenten!
(Recuadros aparte…)
Tras un final de cuatrimestre bastante inusual por la gripe chancha, hubo inconvenientes en la cursada de Historia Contemporánea, en la que tozudamente se insistió en tomar el 2º parcial de manera presencial a toda costa. El mismo fue el día 3/8, con carácter “optativo” (pero se agregaron cosas para el final). A raíz de esto, un grupo de la cursada se esta organizando para denunciar y enfrentar este tipo de arbitrariedades. Más que nunca, es necesario organizarse y participar para llevar adelante nuestras reivindicaciones.

ATENTI!!
En breve se debería convocar una asamblea estudiantil de la carrera como a las comisiones votadas (plan de estudios y democratización)



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